lunes, 29 de enero de 2018

El origen de los mosquitos (leyenda colombiana)

Leyenda Colombiana
Versión de Hanna Cuenca

ilustrado por Pablo Cabrera

Cuentan que hace muchísimo tiempo junto al Orinoco, un inmenso río que queda entre Colombia y Venezuela, había una aldea. El cacique de la aldea estaba muy preocupado porque su hija era gordita, pensaba que ningún hombre querría casarse con ella y darle hijos.
Cierto día, por el inmenso espejo de agua llegó una canoa con un kuriara, un indígena alto y acuerpado. Y quiso el destino que se encontraran. Al verlo ella sintió que se le caía el cántaro con el que iba hasta el rio a recoger agua; él sin dejar de admirar sus ojos, su sonrisa bien alimentada, su barriga, sus piernas y brazos redondos, se lo alcanzó de manera delicada. Tuvo la certeza que esa era la mujer su vida y sin dudarlo, se ofreció a acompañarla.
Cuando ella contempló sus ojos, su piel morena y sintió la ternura con que le hablaba se enamoró perdidamente. Durante los ocho días siguientes se encontraron a la orilla del río y después de un tiempo, él habló con el cacique para pedir la mano de la joven. 
El cacique accedió feliz y organizó un festón que duro más de tres días con sus noches. Fueron a vivir a un bohío, una choza redonda tejida en palma. 
El novio recogió leñas aromáticas de los bosques cercanos y armó un fogón en el centro del bohío, a cada lado colgó una hamaca. Después de la gran fiesta, un humo perfumado llenó la aldea con olores de amor. 
A la mañana siguiente los recién casados salieron a pasear. Apenas los vieron todos quedaron sorprendidos. Murmuraban que algo extraño pasaba, algo mágico. Ella ahora estaba flaca, sus músculos se le pegaban a los huesos y la barriga había desaparecido. Su marido en cambio amaneció gordo, pesado y barrigón. Durante el transcurso del día, la mujer recuperó su peso, le crecieron gorditos los brazos, gorditas las piernas, los deditos de los pies se volvieron rellenitos y al contrario, él fue quedando otra vez flaco flaco… y así día tras día, todos los días. 
El quinto día, el Chamán, conocedor de todos los misterios decidió, mientras la pareja no estaba en el bohío, cavar un huequito y espiarlos. 
Esa misma noche vio algo de lo más extraño: El marido prendió el fuego. Cada uno se acostó en su hamaca, al principio iniciaron un balanceo suave y luego se encontraron en un abrazo de amor. Luego vio cómo las hamacas se separaban y cómo ella quedaba profundamente dormida y feliz. Después pudo ver cómo él se levantaba con el alma perdida, cómo caminó hasta la hamaca de ella y allí sufrió una transformación; le nacieron unas patas de insecto peludas y fragmentadas, de su espalda emergieron unas alas trasparentes, sus ojos brotaron y se multiplicaron mil veces; su boca se estiró hasta convertirse en un enorme punzón. Un aguijón que clavó en el corazón de su esposa para chupar su sangre. El misterio se había develado, así era como ella, a medida que él la engullía, se volvía flaquita y él engordaba.
El chaman le relató todo al Cacique, atemorizado porque su hija dormía con un monstruo, organizó un plan con sus guerreros. A la noche siguiente, esperaron a que ella se durmiera y antes que el monstruo le clavara el punzón, entraron con sus armas y lo hicieron pedazos. Al escuchar los ruidos ella despertó y con angustia preguntó por su amado, su padre incapaz de contarle la verdad se retiró y la dejaron sola. Ella sin consuelo se tiró al piso y recogió cada uno de los pedacitos para echarlos en aquel fuego de amor. A la mañana siguiente, recogió despacio las cenizas y las colocó en una totumita. Con el alma destrozada fue al río. 
Cuentan los que cuentan, que entró al río y cuando las cenizas tocaron el viento comenzaron a emitir un zumbido, de ellas nacieron cientos de bichitos, tenían ojos grandes y alas trasparentes, tenían patas de insectos y un punzón largo. También dicen que a medida que las cenizas se esparcían por el Orinoco y sus alrededores, ella suave y delicadamente se fue desintegrando. Lo último que vieron fue una mano sosteniendo la totuma y la otra que lanzaba el último puñado de cenizas.


en Latinoamérica en voz, cuentos y leyendas, Buenos Aires : Abran cancha, 2012.

sábado, 20 de enero de 2018

Palafito (Sergio Mansilla)


                                                                                                                                                        Isla Mechuque, Chiloé, 2018




Palafito

Aquí ha comenzado un viaje. Lentos efluvios
de espuma hay en los sueños.

Lejanos gritos de ahogados hacen
abrir los ojos a toda la familia
en lo más recio de la noche.

Las mareas una y otra vez
van y vienen y terminarán inevitablemente
gastando los fundamentos;
mas nadie ha de morir. Aquí ha comenzado un viaje
cuyo destino desconocemos;
pero nadie saldrá nunca
de esta casa: en cualquier parte que estés
siempre verás estas ventanas con barrotes de madera,
el piso manchado de barro y sal;
te sentarás con los conocidos brujos que sienten
miedo por las agujas en cruz,
y la eterna siempre eterna lluvia sobre el techo.

Ahogados muy distantes me llaman en la noche:
hacia ellos voy, fatigado
y huesudo de pocos huesos;
una avara esperanza llevo sobre 
los campos que tiemblan de temor.

Un violento instante me tumba
sobre la espuma, y mi alma
al sereno palidece y queda
una blancura de sal que llama y llama
desde el fondo más terrible del mar.



                                Museo Paulino - Mechuque, Chiloé, 2018.



Tejendera envuelta en nubes

Hilé  mis lanas para tejer todo el universo en los quelgos de Dios: toda mi vida me la pasé arrollada tejiendo para los ricos y me enfermé de reumatismo y de várices. Crecieron los hijos y mi viejo y yo hemos venido a quedar solos en esta inmensa casa que se llueve.

Pienso en ti, marido mío, cuando toses: estás hermoso como un barco que tiene todas sus luces encendidas en la noche.

Pienso ahora en la tierra que nos llama. ¿Por qué no vienes muerte anónima, a cortar el trigo que nos quedó en el rastrojo porque ya no tuvimos fuerzas?

Pido que alguien anuncie la misa que, a media noche, cantarán los gallos.








Sergio Hernán Mansilla Torres (Achao, 1958) es un poeta y profesor chileno vinculado al movimiento cultural Aumen de Chiloé y al Grupo Indice de Valdivia.
Publicó entre otros:
Noche de agua (1986).
El sol y los acorralados danzantes (1991).
En libre plática. Propuestas de lectura sobre una cierta zona de la poesía chilena. Aproximaciones a la poesía de Jorge Torres (1994).
De la huella sin pie (1995).
La poesía como experiencia de lenguaje y libertad creadora. Módulo de Poesía (1998).
Abrazo austral. Poesía del sur de Argentina y Chile (2000), en colaboración con María Eugenia Correas.
Respirar en el desfiladero (2000).
De la huella sin pie (2000).
El paraíso vedado. Ensayos sobre poesía chilena del contragolpe 1975-1995 (2002, 2010).
La enseñanza de la literatura como práctica de liberación (Hacia una epistemología crítica de la literatura) (2003).


Yo, piedra (Rosabetty Muñoz)




Recuerdo exactamente el día en que encontré la piedra escondida debajo de un montón de lamilla en la playa. Estaba cubierta de una capa oscura, algo viscosa que me llevé a la nariz como si fuera el mar entero en el hueco de mi mano. Y yo tuve la culpa de rasparla hasta sacarle brillo. Enseguida se hizo una reunión en la escuela para instalar el motor de la luz eléctrica. Yo no sabía lo que podía provocar la piedra así es que la andaba trayendo en el bolsillo mi delantal y cuando estaba sola, me gustaba sacarla y pasarle un paño hasta que despedía unos destellos luminosos. Así, cada vez fue llegando el retén de carabineros, la lancha grande del maestro Ciro, la ampliación de la escuela. Cuando me di cuenta de los poderes de la piedra, mis vestidos me quedaban chicos, casi toda la gente andaba con zapatos y muchos jóvenes se habían ido para siempre de la isla. Entonces, tomé el ágata maravillosa -ojitos de gato- y la envolví en un trapo negro, después la metí debajo de una tabla suelta del piso, pero ya era tarde. Su efecto se había desatado y, por inercia, la velocidad del tiempo ya no paró más.

de Polvo de huesos,Santiago: Ediciones Tacitas, 2012.

***


No se crían hijos para verlos morir

Cuando el mar se llevó a sus tres hijos
ella estaba acodada en la puerta de
su casa, pensando en ollas aladas y repletas.
De pronto cayó en un vacío del que surgió
vieja y encorvada. No necesitó entrar para
vestirse de negro. Ya estaba recogiendo flores
cuando salió su hombre con la radio en la 
mano, desamparado y tembloroso.

Ella es una sábana flotando sobre nosotros.
Nada detiene el remolino que alienta su vuelo.
Desde su vientre deshabitado
los ovarios violeta se abren como flores nocturnas.
La ansiedad es un arrecife
donde acerados corales hieren los cuerpos amados.
Sin hijos bajo sus ojos
quisiéramos las madres
ofrecerle un trozo de pañal
para vendar sus muñones o un arca
donde recoger los salados restos.

de Hijos. Valdivia : El Kultrún, 1991.








Rosabetty Muñoz (Ancud, Chile, 1960)
Poeta y profesora de filosofía chilena. 
 Algunas de sus obras: 
Canto de una oveja del rebaño, El Kultrún, Valdivia, 1981 (2ª ed.: Ariel, Santiago, 1994)
En lugar de morir, editorial Cambio, 1987
Hijos, El Kultrún, Valdivia, 1991
Baile de señoritas, El Kultrún, Valdivia, 1994
La santa, historia de una su elevación, LOM, Santiago, 1998;
Sombras en El Rosselot, LOM, Santiago, 2002;
En nombre de ninguna, El Kultrún, Valdivia, 2008
Polvo de huesos, antología elaborada por Kurt Folch; Ediciones Tácitas, Santiago, 2012




viernes, 19 de enero de 2018

Conversación en la casa del águila (Jaime Luis Huenún)












Rucañanco es ahora Freire, un pueblo de cinco mil habitantes con una plaza de árboles extranjeros en su corazón.
El que fuera un pequeño fuerte militar, fundado por el coronel Gregorio Urrutia el 7 de diciembre de 1882 durante la Pacificación de la Araucanía, dio origen dos años después a un caserío levantado frente al aserradero del alemán Juan Schlayer, uno de los primeros colonos que explotó la cerrada y fría selva india de La Frontera.
Los dos millones de hectáreas de bosques nativos existentes en aquel entonces, hicieron que se conociera esta zona como la "California de la madera". Pero aquella fortuna vegetal pronto desapareció transformada en vigas, tablas, muebles de lujo o simplemente cenizas. El fuego alzado que los hombres del progreso usaban para allanar terrenos, vaporizó vertientes y quemó torcazas y coipos en las tierras de Rucañanco.
Sólo el río Toltén, fragante y correntoso, detenía el avance de las llamas.
Pequeñas comunidades sobreviven todavía en las estrechas hijuelas gredosas que sus actuales habitantes nombran Huilío, Pelleco, Lolén, Traitraico, Ineicúe, Pindaco, El Lliuco, Calfuco, Guiñimo.
Los nombres mapuche se pierden bajo tierra, pero respiran de pronto en mitad de los delgados y turbios esteros escondidos. Traducidos del mapudungun al español significan, quizás oscuramente, "agua de cascada", "agua de picaflor", "agua azul".
Allí, en las acorraladas reducciones, la niña morena sueña con la abuela difunta y mira culebras aparearse a orillas del arroyo. Guairaos, treiles y lechuzas cruzan el cielo del atardecer. Choroyes, garzas y bandurrias buscan su comida en los potreros y en el quilantal.
Los mayores recuerdan la lengua de los perdidos pájaros bebiendo chicha de manzana y cajas de pulco, el vino que aletarga y entristece.
Para mantener la fecundidad de las semillas, cada año celebran nguillatún, el ceremonial donde bailan la danza de nubes y comen un caballo faenado frente al rehue.
La sangre animal enrojece al sol que cae tras el árbol del mundo y alarga las raíces de los bosques hacia las aguas profundas. La ofrenda humana - el cansancio, la vigilia y el baile-buscan en el cielo su destino: los ojos y los oídos de Nguenechén, la divinidad mapuche que después de 120 años de derrota aún pervive confundida entre el credo católico y el protestante.
Los niños, en tanto, acuden a la escuela a escribir el sol en castellano. En medio del camino escuchan el canto del chucao y contemplan, silenciosos, el vuelo del cernícalo en el monte. Mañana, sin embargo, viajarán a la ciudad.
Hablarán allá de los abuelos que contaban, sin apuro, sus visiones y sus sueños frente al fuego y la neblina del amanecer.

en Reducciones, Santiago : Lom ediciones, 2012.





Jaime Luis Huenún (Valdivia, 1967) 
Ha publicado:
Ceremonias ( poesía,ed. U. de Santiago, 1999) ,Puerto Trakl ( poesía, Lom Ediciones,2001),
El Pozo Negro y otros relatos mapuches ( Pewma, Ediciones,Freire 2000)
Viaje a la memoria ancestral, relatos mapuches ( Temuco, 2002)
Epu mariülkantufe ta fachantü/ 20 poetas mapuches contemporáneos ( antología, Lom Ediciones, 2003)
La memoria iluminada: poesía mapuche contemporánea ( Centro Editor de la Diputación de Málaga, 2007)
Port Trakl ( edición español-inglés, Action Books, U.S.A, 2008)
Relatos Mapuches ( Fucoa- Programa Orígenes, edición ilustrada, 2008)
Los Cantos Ocultos, poesía indígena latinoamericana actual (Lom , Ediciones, 2008)
Reducciones ( poesía, 2008)
Poemas de su autoría se han editado en una veintena de antologías publicadas en Chile, México, España,Argentina, Holanda, Alemania, U.S.A, Colombia y Brasil.
Parte de su trabajo poético ha sido traducido al inglés, alemán, portugués, italiano, croata, catalán, polaco y holandés.
Es director de las revista Pewma ( poesía) y Ulmapu, Literatura y arte indígena.
El año 1999 ganó el concurso nacional de poesía El Joven Neruda organizado por la Municipalidad de Temuco, el 2003 recibió el premio de poesía Pablo Neruda otorgado por la Fundación homónima y el 2005 la beca de la Fundación Guggenheim.
En la actualidad realiza el curso Memoria, mito y comunidad en la poesía mapuche contemporánea en la Universidad Diego Portales.

jueves, 18 de enero de 2018

Enero en la Biblioteca Genoveva



La Escuela de Canotaje y el grupo de teatro funcionan los días sábados y durante la semana siguen las tareas habituales de la biblioteca.


                  Escuela de canotaje a partir de 9 años. 
                  Sábados de enero y febrero de 10.30 a 14.30.

Dos poemas de Graciela Cros




Mater



Cuando llegó a Boock
empezó a nevar.

Sin perder tiempo
ella
salió a caminar
bajo los copos.

La vi por la ventana:
daba pasitos de zorzal
y parecía disolverse
en cada blanda curva de la nieve.

Su cara
resplandecía
como una manzana.

La llamé después de un largo rato
para que entrara a tomar algo caliente.

Gritó sin darse vuelta ¡Ya voy!
pero se demoró.

Tardó años.

Finalmente
volvió a la casa
y tomó el té que le serví
ensopando vainillas.

De las fotos de mi madre
es la que más
me gusta.





Filius

Mi padre está sentado de espaldas a mí.

Yo soy un caracol.

Paso delante de él con mis cuernos erguidos
y la marcha lenta.

Trato que la cinta de baba sea la más brillante
la más iridiscente

pero él
no me ve.


Graciela Cros nació en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, en 1945 y reside en San Carlos de Bariloche.
Publicó entre otros:  Flor Azteca (Del Dock, 1991), La escena imperfecta (Ultimo reino, 1996), Cordelia en Guatemala (Siesta, 2001),  La cuna de Newton (En Danza, 2007), Mansilla (En Danza, 2010), Pampa de Huenuleo (En Danza, 2017)
Estos poemas pertenecen a la antología personal Cantos de la gaviota cocinera (Amargord, Madrid, 2013)

domingo, 7 de enero de 2018

Primer encuentro de la Red de Cooperación Internacional Bibliolanchas en Red

La comunidad de Quemchi (Isla de Chiloé) fue sede del primer encuentro de Bibliolanchas en Red. Allí se anunció  el traspaso de la embarcación Felipe Navegante a la Asociación Otilia Yañez y el programa 2018 que recopilará mitos y leyendas en Chile, Argentina y Colombia a partir de los recorridos de las tres bibliolanchas participantes.


El punto de encuentro fue el bellísimo Centro Cultural del Conjunto Folklórico Aucar en Quemchi. Allí ante una nutrida concurrencia se presentó Bibliolanchas en red, proyecto que nació de la necesidad de compartir experiencias, saberes y actividades entre los programas de la Bibliolancha Felipe Navegante (coordinado por María Teolinda Higueras en Quemchi), la Bibliolancha Genoveva (de la Biblioteca Popular Santa Genoveva del Delta de San Fernando, Buenos Aires, Argentina) y el Bibliobote de la Biblioteca Pública Villa María (Villa Victoria, Putumayo, Colombia).
La velada se inició con un relato de Arantzu Abaroa Salvador que de la mano de un simpático ratoncito nos llevó de viaje en el Felipe Navegante.


Luego Teolinda Higueras realizó una emotiva reseña de la misión que hace más de veinte años cumple la bibliolancha por las regiones más alejadas de Chiloé e invitó a los integrantes de la red a presentarse. Gabriel Martino, bibliotecario de la Biblioteca Genoveva del delta tomó la palabra para contar cómo es la vida en aquellas islas, cuáles son las actividades que se realizan desde la biblioteca y explicó la forma de organización de las bibliotecas populares en Argentina. También se relató la experiencia colombiana que llevan adelante Milena Rodríguez, Milena Guerrero y todas las personas que participan de la Biblioteca a orillas del Río Putumayo en Colombia.
A continuación Anette Alemán, coordinadora de Cultura y Deportes de la Fundación Desafío Chile anunció el acuerdo entre ésta institución y la Asociación Otilia Yañez para asegurar el recorrido 2018 de la Bibliolancha en Quemchi.


Y entonces llegó la poesía. Rosabetty Muñoz, Nelson Navarro y Marisa Negri compartieron sus palabras y dieron lugar al cierre, en el que los dueños de casa brindaron un  concierto de cuecas y cumbias, hicieron bailar al público e interpretaron una hermosa versión del Himno de Chiloé.


Para finalizar el encuentro milcaos, sopaipillas, empanadas y otras maravillas de la comida regional chilota acompañaron un brindis por esta nueva etapa que comienza.