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II Festival Las Hortensias / Mesa sobre edición e infancia con Cecilia Moscovich, Lautaro Maidana, Kevin Jones y Fabiana Di Luca |
Como llevarse un abecedario a casa. Editar a niños y
niñas desde una Organización Social.
Kevin Jones
Asociación Civil Barriletes
Este
texto es para Candela.
Hay un recuerdo que se liga, desde el comienzo, con lo que
quisiera traer hoy a esta orilla, a este delta que, aunque lejano, sospechamos
nuestro también. No se trata de imágenes
claras, sino más bien borrosas, que recuperé o imaginé hace pocos meses
escuchando hablar a un inteligente profesor, amigo y maestro, Germán Prósperi.
Germán visitaba nuestra Biblioteca Comunitaria, es decir, nuestra comunidad, en
Paraná, junto a Daniela Fumis para hablar sobre infancia y escritura, a
propósito de Y las estrellas caminaban
como nosotros (Ediciones Barriletes, 2016).
Sobre su intervención y la de Daniela, luego volveré. Ahora me quedo con aquel
recuerdo que volvió a mí esa tarde para incomodar y provocarme. Por eso mismo,
importa traerlo a esta conversación.
Me
recuerdo en el Jardín de Infantes, al término de una jornada. Durante ese día
habría llamado mi atención un abecedario que la docente colgara en nuestro
salón. A través del recuerdo, elaboro hipótesis sobre el origen de ese
abecedario (se me asemeja a aquellos que podría haber recortado de una revista
como Maestra jardinera), y el de mi
fascinación: ¿esa sería la primera vez que observaba un abecedario? Cuando mi
padre pasa a buscarme, le ruego pida a la maestra que me deje llevarme el
abecedario a casa. Uno otros recuerdos, y me parece creer que nos permitían
llevar juegos del Jardín a nuestros hogares…y tal vez, esa motivación haya
provocado el desfasaje que suponía llevar el abecedario a casa. Salto entonces
a otra escena, donde el abecedario está en el galpón que hay, aún, al fondo de
la casa de mis padres. Miro, y a veces toco, esas láminas.
Toco las letras del teclado. Cuando me siento a escribir
para responder a la invitación a un encuentro de este tipo, como el de hoy,
casi siempre me siento en la obligación de justificar por qué escribo. Por qué
escribir, y no hablar directamente.
Vengo
de la Biblioteca Comunitaria Esos otros
mundos, dentro de una organización social entrerriana, la Asociación Civil
Barriletes, donde creemos que todo encuentro con el otro se enriquece si nos
proponemos esperar (preparar y aguardar) ese encuentro. Ese es un aprendizaje
que proviene del Taller. Preparar un Taller –que es lo que tanto Lautaro como
yo hacemos la mayor parte de nuestro tiempo en Barriletes-, es preparar
alimentos para el encuentro con alguien que no conocemos, pero a quien tenemos
el deber ético de aguardar en una espera sin medidas (Derrida 2001).
Entonces,
sentarme, en otro tiempo y espacio, a escribir algo que traer aquí es un modo,
el mío, de alimentar este encuentro que hoy tenemos. En Barriletes creemos
mucho en los encuentros. Creemos en la esperanza que de ellos surge, y por eso
creemos que a todo encuentro hay que cuidarlo. Cuidemos espacios como este,
como Las Hortensias, que no puede más de increíble: todos nosotros, en una
isla, encontrándonos. En el país del nomeacuerdo, necesitamos mucho de nuestros
encuentros y nuestras ganas de encontrarnos. Por el recuerdo y por el encuentro
es que supe que lo que quería traer aquí es una serie de inquietudes que
atraviesan una zona del hacer barriletero, reciente aunque no por ello menos
intensa, como lo es el proyecto editorial que traemos con nosotros.
La
Asociación Civil Barriletes nació en 2001, en el marco de la crisis económica,
política y social que conocemos. Esa crisis fue también una crisis de
identidades para los muchos adultos que, perdiendo sus empleos, perdieron
anclajes que los enlazaban con la realidad, que permitían llevar adelante
proyectos de vida posibles, y que los reunían en un horizonte colectivo e
imaginario. Por eso Barriletes fue y es ante todo una revista, la Barriletes,
que funcionó y funciona como un medio de sustento. Bajo el lema Mendigar nunca
más, la Barriletes se propuso como alternativa laboral, haciendo que más del 60%
de su precio de tapa fuera directamente a manos del vendedor o vendedora que la
ofrece. De esta manera, la ceremonia mínima de su venta ejerce -nos lo
enseñaron con los años los propios vendedores- de forma de levantar la olla
pero también la cabeza.
Decir
"Yo soy Barriletes", "Yo soy barriletero" es nombrar una
comunidad a la que volver a pertenecer. Y hoy, más de quince años después,
seguimos siendo muchos los que nos nombramos bajo ese juego infantil, el de
remontar barriletes. Hoy somos Barriletes los que operamos nuestra Radio
Comunitaria, los niños y niñas de Villa Mabel y Paraná V que atraviesan nuestra
biografía institucional, las docentes y bibliotecarias con que establecemos
lazos cada vez más sólidos de trabajo conjunto y cooperación, los vendedores y
vendedoras de la revista, quienes escribimos y leemos detrás de esos papeles,
los talleristas. Y un etcétera lleno de rostros que tal vez ya podemos imaginar
solos.
Ni
sólo una Biblioteca ni sólo una Radio. El tiempo y las historias, personales y grupales,
que lo atraviesan, supieron darle a Barriletes una compleja singularidad que
portamos como marca. En esa trama es que el año pasado surgió Ediciones
Barriletes. A propósito de la obtención de un financiamiento municipal, pudimos
concretar la edición de tres materiales que circulaban de un modo u otro por
nuestros haceres. Uno de ellos, el Barriletras,
es una compilación sobre autores entrerrianos, movilizado por la fantasía de su
divulgación. Y otros dos, Y las estrellas
caminaban como nosotros y el Libro
del jardín, surgen como parte de la poética de talleres vividos junto a
niños y niñas en contextos que varían de libro a libro. Son las primeras
producciones de la Serie Taller de nuestra editorial, que nos parecía no podía
faltar en un proyecto de este tipo llevado adelante por Barriletes. Sobre ellos
quisiera detenerme.
Y las
estrellas caminaban como nosotros y el Libro del jardín
surgen de recorridos marcadamente disimiles, pero comparten en su edición una
misma pregunta. Al ser ambos libros compuestos por escrituras de talleristas y
niños y niñas asistentes de los distintos espacios de Taller propuestos desde
Barriletes, su proceso de edición se encuentra atravesado por una interrogación
ya no acerca de cómo publicar textos escritos, firmados, por niños y niñas sino
más bien por cómo mirarlos, cómo leerlos. Qué hacer con ellos.
Y las estrellas… fue escrito a lo largo de dos años en circunstancias que
iban y venían dentro del trabajo territorial. Quiero decir: fue escrito entre
las idas y vueltas que nosotros tuvimos con respecto a nuestro trabajo en dos
barrios de Paraná (ya los nombré, el Paraná V y Villa Mabel). Sus escrituras
cambian todo el tiempo. El poema que Nahir deja anotado en una libreta que
luego es recogida dentro de este libro, con ilustración y todo, da cuenta de la
poética implícita en este libro: "Árbol
de savia. Hay viejos y viejas y árboles / cuando de repente aparecen
hormigas" (31).
El
poema no sólo dice del Taller en su tema –esa llegada de las hormigas se pone
en serie con las metáforas que aprendimos para nombrar lo poético en nuestras
vidas y la de nuestras comunidades- sino que también señala el Taller por lo no
dicho. Sobre esto volvía Germán Prósperi, cuando al leer ese poema se
preguntaba:
“¿Dónde
radica la potencia de este aprendizaje? ¿Cómo es posible escribir un poema sin
haber aprendido las reglas? ¿De dónde sale esa enumeración polisindética, ese
surgimiento de lo inesperado, ese enfrentamiento desasosegante entre los
hombres y los animales en ese mundo sin jóvenes, sólo poblado de viejos y
viejas? La escena de enseñanza ausente repone en la brevedad del trazo un
tiempo extenso, tiempo de trabajo, de plaza de septiembre, de vereda, de puro
encuentro.” (Prósperi 2016:7)
Ariel, motivado por una consigna de Taller escribe en otro
sitio y año éstas líneas que también se compilan en Y las estrellas…: "Estaba saltando yo tenía la línea y lo
saqué estaba en el río y como era así de grande no lo podía sacar después lo
matamos. Alcanzó para dos" (13)
Alcanzó
para dos. Daniela Fumis respondió a este libro con un texto que se centra en el
lugar que ocupa el comer en los textos de los gurises dentro de Y las estrellas. Dice ella: "(...)
lo singular en Y las estrellas caminaban
como nosotros es la forma en que se funda una poética del comer, de la
acción de comer. Nada más claro para mostrar cómo se juega lo que se abandona.
Como, suspendo el tiempo en ese acto, y cuando termino de comer, paso a otra
cosa.”
La poética
del comer no es lo único que se funda, porque también parece que el comer se
vuelve motivo de comunidad:
"(...)
en el texto comer es el modo más honesto de crear comunidad. Queda manifiesto
desde el primer poema de Gabriel: las estrellas se comen entre ellas y no hay
nada más evidente en su propia lógica que “después largarse”. Ése es el gesto
de la infancia.
Por
supuesto que no aludo aquí a la cuestión del comer como una metáfora de las
condiciones alimenticias de los niños. Estoy hablando de otra
alimentación." (2)
Alcanzó para dos. ¿De qué nos hablan las fantasías, las
escrituras de nuestros niños y niñas? ¿Cuál es el qué de esas ficciones? ¿Les
prestamos atención, es decir, las leemos o basta con decir qué lindo lo que
escribió Ana, de siete? El gesto de Daniela nos sorprende y fascina porque
finalmente lee el libro, ubicando la escritura infantil en un lugar que no
suele ocupar.
En
nuestro país, esto tiene que ver con aquello que Maite Alvarado y Gloria
Pampillo (1986) supieron enseñarnos acerca de los circuitos de la escritura
infantil. Históricamente nacida en contexto escolar, aquella escritura quedaba
recluida generalmente a un lector –más bien, una lectora- absoluta: la maestra.
En la escuela, hacíamos como si escribiéramos una noticia, un informe, una
crónica o un poema. Pero, en verdad, escribíamos nomás para que nos corrijan.
La corrección falseaba una escritura que nunca se volvía noticia, ni crónica,
ni poema y que quedaba como puro artificio del espacio escolar. La falta de destinatarios
reales de esa escritura, cancelaba las posibilidades de lectura, es decir, la
distancia de tiempos y espacios entre lo que se escribe y lo que se lee.
Al
planificar la edición y publicación de las escrituras infantiles, apostamos a
una hipótesis de trabajo opuesta a los mecanismos que nos distanciaban de la
lectura de la letra infantil. Publicar esas escrituras como literatura es una hipótesis, pero también una fantasía de intervención (Gerbaudo 2011)
que actuamos como equipo desde Ediciones Barriletes. Decidir publicar un libro
con escrituras de niños y niñas supone fijarlos, anular la corrección y si
acaso, colocar la edición en su lugar. Publicar Y las estrellas y el Libro
del jardín implica la difícil tarea de recibirlos, así, tal como los chicos
los dijeron para que un tallerista escriba, o como escribieron en un papel que
queda luego en Barriletes. La serie
Taller entonces crea archivo de las
escrituras infantiles desde una ética particular (Gerbaudo 2010) que las
guarda, esperando recibir algo de ellas. Es, de nuevo, la imagen del encuentro.
Solo que esta vez, ante la infancia.
A
propósito de esto, escribe Tomás Montero, de once años, en el Libro del jardín. Allí el proyecto de
libro fue constitutivo y anterior a la edición. Es decir, formó parte
implícitamente de la poética de Taller dentro de un año de trabajo junto al 6to
grado de una Escuela Primaria de Paraná, la Nº202 Gaspar Benavento. En ese
libro, Tomás escribe alrededor de la palabra sueño:
Soñar
es la cosa más linda. Sería lindo vivir en tus sueños en los que te hace reír,
llorar, jugar, divertirte e imaginarlo todo y vivirlo en ese momento. No estar
ni adentro ni afuera. Es un espejismo lindo.
Estar
en el taller te hace pensar e imaginarlo. Entender la palabra.
A
veces me imagino en otro lado o recordar y reírme solo por acordarme de eso. Tomás
Montero (22)
Entender la palabra. ¿Cómo recibir esa palabra, la de la
infancia? ¿Cómo escuchar a la infancia? Probemos hasta dónde puede atravesarnos
esa pregunta. A mí, ya no sólo como parte de Ediciones Barriletes. No. Me
atraviesa como militante.
Graciela,
la bibliotecaria de esa escuela, me cuenta que un nene dejó un papelito en el
escritorio de su docente: "Mis papás se drogan". Llego a un pasillo
del V, y veo a C. corriendo de un lado a otro entre adultos que esperan en las
puntas de la esquina. Me dice que ahora no puede hablar. Parece estar cerrando
una negociación para los demás. T. se larga a llorar leyendo Sucedió en Ganduxer, de Arnaldo
Calveyra. Dice que porque le da miedo terminar la escuela. ¿Será eso nomás?
Tal vez, si fuéramos más adultos escuchando a
nuestros niños y niñas no sería tan complicado para Graciela y para mí saber
qué hacer con ese papelito. Tal vez si contáramos siempre (porque a veces pasa
y a veces no, y así vamos, librados a la buena de dios) con compañeros y
directivos presentes. No sé. Quisiera que ustedes también se preocupen por ese
papelito.
En 1984, Laura Devetach escribió un texto sobre el que nos
haría bien volver: "Cuando los libros muerden a los chicos". En esa
intervención, Devetach llama a la ausencia de propuestas editoriales y
comerciales de literatura para niños desproducción.
Se convierte así quizás en una de las primeras autoras del campo en dar
cuenta de los efectos directos que habían tenido los diferentes mecanismos de
censura establecidos sobre la literatura infantil durante la última Dictadura
cívico-militar. Un régimen que, en el caso argentino, cortó, entre tantos otros
procesos, un auge estético y de marcada modernización de nuestra literatura
para niños que supo iniciarse en los ’60 y que se encontraba en aumento para
marzo del ’76. Durante los '80 nuestra Literatura infantil tuvo una renovación
que supo darle empuje pero eran demasiados los fantasmas que nos quedaban. Como
dice Graciela Montes (1997), la literatura entró a la Escuela en los '80 pero
fue separada asépticamente y domesticada.
En ese
texto, Devetach retoma la famosa pregunta por el valor de los textos para
chicos ("¿y ese cuento qué te deja?") invirtiéndola y descubriendo la
desnudez adulta que supone: "¿Podemos desplazar la responsabilidad de
padres o educadores y hacerla recaer sobre el libro?, ¿podemos convertirlo en
sustituto de nuestros vínculos con los chicos?, ¿es válido depositar toda esta
responsabilidad solamente en los libros?" (66).
Habría
que buscar, dice Devetach desde los '80, nuevas formas de producción, selección
y uso de los libros para chicos. Ponerlos en una lancha, por ejemplo, como
felizmente sucede aquí en el Libros para viajar. "Para que no sea una
utopía implementar la participación de los chicos en la misma producción, y
para que algún día, realmente, los libros no muerdan a nadie" (69). Pero
también habría que, al mismo tiempo, buscar otros modos de relación entre los
chicos y nosotros. Esa responsabilidad que ya no puede ser dejada a los libros,
y en la cual sí debemos tomar parte plenamente. En ese nuevo juego, los libros
tal vez puedan ocupar un lugar, tal vez podamos ir a ellos para encontrar el
modo de imaginar esas comunidades y sus nuevos acuerdos.
Nos
podemos animar a decir que la desproducción de libros infantiles que denunciaba
Devetach en la democracia reciente hoy ha cambiado, y nos encontramos con un
impulso sostenido de la edición de libros infantiles de todo tipo. Aunque la
crítica literaria aún demora en ejercer la lectura de la literatura infantil, y
sigue teniendo sus reservas, y aunque aún nos gobiernen a veces la pedagogía y
la moral al mirar un cuento para niños, la enorme potencia que la poesía y
narrativa infantojuvenil tiene en nuestro país, es decir, todo lo que se
escribe en nuestro país para niños desde los '80 hasta hoy nos indican que la
literatura infantil va a ganar finalmente la partida.
Incluso
podemos extender la hipótesis no solo de los libros para niños sino hacia los libros de niños. Cerquita de estas publicaciones entrerrianas de las que
aquí hablo, en la vecina Santa Fe se editó el año pasado Había una vez un libro, producto de todo el movimiento que genera
el proyecto Lectobus en distintos barrios de esa ciudad, bajo la coordinación
de Alicia Barberis. Y todo el país quedó hilado también con la publicación de Pie firme sobre cálido cielo. El libro de
los chicos y chicas de Poesía en la
Escuela, rumiado en parte en este mismo delta, y con el cual aún nos quedan
muchos talleres por hacer. A muchos gurises les estamos acercando palabras para
escribir, y parece que por suerte al fin hay muchos adultos guardando esas
escrituras.
Sin embargo, ¿va a poder cambiar nuestra relación con la
infancia este movimiento? Además de editarla y publicarla, ¿vamos a leer la
infancia? En momentos en que triste y vergonzosamente, nuestro país revive un
debate sobre la edad de punibilidad de nuestros niños y jóvenes, es urgente que
podamos responder a esa pregunta. Con una Ley Nacional de Protección Integral
de Niños, Niñas y Adolescentes que cada vez cumple más años (la fiestita sería
de doce en este que entra), y en cuyo nombre seguimos armando paneles y
protocolos, pero sin obtener una gota del presupuesto, la formación, la
decisión y la voluntad política que ameritan su plena ejecución, nuestro país
se debe aún otro tipo de debates sobre la infancia.
Ojalá
estos libros contribuyan a abrir polémicas sobre la infancia. No dudo en que
todos quienes estamos aquí sostenemos diversos compromisos con la infancia,
solo digo que quizás el actual contexto requiere que nos hagamos escuchar de
otros modos. Un camino en el cual importa mucho estar juntos. En el espacio que
sea: será la Red Federal de Poesía, será Poesía en la Escuela, será Las
Hortensias, será. Pero estemos juntos.
Por
último, ¿alcanza con el desfasaje de la crítica literaria argentina, con la
ausencia de teoría o con la desproducción sistemática para explicar esta
resistencia a leer la infancia? ¿No será que hay algo más con leer la infancia? Tal vez sí, y puede que se
trate de que al leer la infancia, cuando lo hacemos de veras, ya no hay vuelta
atrás. Cuando nos animamos a mirar ahí y nos sentamos a leer, a leer de verdad,
no de mentiritas, uno ya no se puede volver a hacer el tonto.
A
partir de acá tenemos que elegir caminos, como en el poema de Zoe en el Libro del jardín:
Caminos
Cuando
pienso en un camino pienso en un libro. Me pregunto ¿son todos los caminos
iguales? ¿Por qué algunos son cortos y otros largos?
¿Por
qué algunos son más grandes y otros chicos?
¿Por
qué no son iguales todos los caminos?
A
veces cuando quiero ir a un lugar por un camino corto un camino largo está
presente. Quiero cortar camino pero no puedo. A veces tengo que ir en auto,
otras caminando.
Esto
es lo que le digo a mi camino. Zoe Bravo
(25)
¿Qué vamos a hacer con estas escrituras? ¿Ustedes dónde las
va a poner? ¿Vamos a elegir el difícil trabajo de la lectura? ¿Vamos a elegir
el silencio de algunas bibliotecas o el bullicio de otras, de unas hamacas en
Villa Mabel que van y vienen en medio de un sol que nunca nos entibió tanto?
Más
temprano, Germán nos hacía pensar en la escena de enseñanza ausente que está
detrás de los niños que escriben. Eso, ¿se lee en un libro de niños? ¿Hay
sitio, fuera de los primeros años de Escuela, para observar un abecedario? Una
vez que aprendimos el rudimento de unir letras para formar palabras, ¿para qué
sirve un abecedario? ¿Qué objeto tiene detenernos, de nuevo, en él? La
repetición, el ritornello, que
significaría volver a posar la mirada en el abecedario, lleva a su límite la
escena de enseñanza y nos descubre solos –ya no hay Maestra alguna a la que
pedir permiso, y debemos, fuera de ley, profanarlo solos- pretendiendo aprender
algo más desde él.
En diciembre pasado, Candela Caudana, quien se encargó de
diseñar estos libros, me envió una tipografía que creó en el marco de una
Maestría Universitaria. Como Germán y Daniela, Candela supo hacerse también de
su camino desde la Universidad a Barriletes. Y todo parece indicar que en los
años que vengan podemos aún ser más quienes nos hagamos de esos caminos. Para
ir, para volver. Al mirar esa tipografía, me di cuenta que tal vez Candela fue
quien mejor ha leído estos libros. Dibujar de nuevo las letras del abecedario,
una a una. Creer que para dar lugar a la infancia, en este asunto de
nacimientos y esperas, es necesario crear nuevos espacios, nuevas letras,
nuevos cuerpos, nuevos libros. ¿Habrá sido así? ¿Le habré pedido a papá un
abecedario? ¿Para qué quisiéramos llevarnos un abecedario a casa? Leer la infancia
es juntar las letras, tratar de ordenarlas de nuevo. A veces tocarlas. Miro las
letras que dibujó Cande y me quedo con una última hipótesis. Me gusta pensar
que, al final, ella sí supo cómo llevarse un abecedario a casa y quedárselo.
Referencias
Alvarado, Maite y Pampillo, Gloria (1986) “La escritura en
la institución escolar” en Alvarado, Maite (2013) Escritura e invención en la escuela. Selección de Yaki Setton.
Buenos Aires: FCE. 81-104.
Asociación Civil Barriletes (2016) Y las estrellas caminaban como nosotros. Paraná: Ediciones
Barriletes.
Asociación Civil Barriletes y Escuela Nº202 Gaspar Benavento
(2016) Libro del jardín. Paraná:
Ediciones Barriletes.
Díaz Rönner, María Adelia (2011) La aldea literaria de los niños. Selección a cargo de Gustavo
Bombini. Córdoba: Comunicarte.
Derrida, Jacques y Élisabeht Roudinesco (2001). Y mañana qué… México: Fondo de Cultura
Económica, 2003. Traducción de Víctor Goldstein.
Devetach, Laura (1984) “Cuando los libros muerden a los
chicos” en (1990) Oficio de palabrera. 2da
edición. Córdoba: Comunicarte, 2012. 64-69.
Fumis,
Daniela (2016) “Bocados de infancias, porciones de afectos, en los tiempos de
la lectura barriletera.” Panel – Sobre
los bordes de la infancia y la escritura. VII Festival Nacional de Poesía
en la Escuela. Paraná. (Mimeo)
Gerbaudo,
Analía (2010) “Archivos de tela, celuloide y papel. Insistencias del arte y de
una teoría en (des)construcción” Telar.
Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos. Volumen
1. San Miguel de Tucumán. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional
de Tucumán. 31-50.
---.
(2011) “El docente como autor del
curriculum: una reinstalación política y teórica necesaria” en Analía Gerbaudo,
Comp. (2011) La lengua y la literatura en
la Escuela Secundaria. Santa Fe / Rosario. Ediciones UNL – Homo Sapiens.
17-27.
---.
(2012) “Sobre la dicha de tener polémicas” Estudios
de Teoría Literaria. Revista digital. Año 1. Número 2. Facultad de
Humanidades. UNMDP. 83-98
Jones,
Kevin (2016a) “Aguardar la infancia” en Asociación Civil Barriletes (2016) Y las estrellas caminaban como nosotros. Paraná:
Ediciones Barriletes. 57-63.
---.
(2016b) “Talleristas que escriben para volver” en Analía Gerbaudo e Ivana
Tosti, editoras (2017) Nano-intervenciones
con la literatura y otras formas del arte. E-book. Santa Fe: Ediciones UNL. 152-163
Montes,
Graciela (1997) “Ilusiones en conflicto” en (1999) La frontera indómita: en torno a la construcción y defensa del espacio
poético. México: FCE.
Panesi,
Jorge (2003). “Polémicas ocultas”. Boletín
11, 7–18.
Prósperi,
Germán (2016) Sin título. Panel – Sobre
los bordes de la infancia y la escritura. VII Festival Nacional de Poesía
en la Escuela. Paraná. (Mimeo)