lunes, 6 de febrero de 2017

Como llevarse un abecedario a casa. Editar a niños y niñas desde una Organización Social.(Kevin Jones)



II Festival Las Hortensias / Mesa sobre edición e infancia con Cecilia Moscovich, Lautaro Maidana, Kevin Jones y Fabiana Di Luca




Como llevarse un abecedario a casa. Editar a niños y niñas desde una Organización Social. [1]

Kevin Jones
Asociación Civil Barriletes

Este texto es para Candela.

Hay un recuerdo que se liga, desde el comienzo, con lo que quisiera traer hoy a esta orilla, a este delta que, aunque lejano, sospechamos nuestro también. No  se trata de imágenes claras, sino más bien borrosas, que recuperé o imaginé hace pocos meses escuchando hablar a un inteligente profesor, amigo y maestro, Germán Prósperi. Germán visitaba nuestra Biblioteca Comunitaria, es decir, nuestra comunidad, en Paraná, junto a Daniela Fumis para hablar sobre infancia y escritura, a propósito de Y las estrellas caminaban como nosotros (Ediciones Barriletes, 2016)[2]. Sobre su intervención y la de Daniela, luego volveré. Ahora me quedo con aquel recuerdo que volvió a mí esa tarde para incomodar y provocarme. Por eso mismo, importa traerlo a esta conversación.
                Me recuerdo en el Jardín de Infantes, al término de una jornada. Durante ese día habría llamado mi atención un abecedario que la docente colgara en nuestro salón. A través del recuerdo, elaboro hipótesis sobre el origen de ese abecedario (se me asemeja a aquellos que podría haber recortado de una revista como Maestra jardinera), y el de mi fascinación: ¿esa sería la primera vez que observaba un abecedario? Cuando mi padre pasa a buscarme, le ruego pida a la maestra que me deje llevarme el abecedario a casa. Uno otros recuerdos, y me parece creer que nos permitían llevar juegos del Jardín a nuestros hogares…y tal vez, esa motivación haya provocado el desfasaje que suponía llevar el abecedario a casa. Salto entonces a otra escena, donde el abecedario está en el galpón que hay, aún, al fondo de la casa de mis padres. Miro, y a veces toco, esas láminas.

Toco las letras del teclado. Cuando me siento a escribir para responder a la invitación a un encuentro de este tipo, como el de hoy, casi siempre me siento en la obligación de justificar por qué escribo. Por qué escribir, y no hablar directamente.
                Vengo de la Biblioteca Comunitaria Esos otros mundos, dentro de una organización social entrerriana, la Asociación Civil Barriletes, donde creemos que todo encuentro con el otro se enriquece si nos proponemos esperar (preparar y aguardar) ese encuentro. Ese es un aprendizaje que proviene del Taller. Preparar un Taller –que es lo que tanto Lautaro como yo hacemos la mayor parte de nuestro tiempo en Barriletes-, es preparar alimentos para el encuentro con alguien que no conocemos, pero a quien tenemos el deber ético de aguardar en una espera sin medidas (Derrida 2001).
Entonces, sentarme, en otro tiempo y espacio, a escribir algo que traer aquí es un modo, el mío, de alimentar este encuentro que hoy tenemos. En Barriletes creemos mucho en los encuentros. Creemos en la esperanza que de ellos surge, y por eso creemos que a todo encuentro hay que cuidarlo. Cuidemos espacios como este, como Las Hortensias, que no puede más de increíble: todos nosotros, en una isla, encontrándonos. En el país del nomeacuerdo, necesitamos mucho de nuestros encuentros y nuestras ganas de encontrarnos. Por el recuerdo y por el encuentro es que supe que lo que quería traer aquí es una serie de inquietudes que atraviesan una zona del hacer barriletero, reciente aunque no por ello menos intensa, como lo es el proyecto editorial que traemos con nosotros.
La Asociación Civil Barriletes nació en 2001, en el marco de la crisis económica, política y social que conocemos. Esa crisis fue también una crisis de identidades para los muchos adultos que, perdiendo sus empleos, perdieron anclajes que los enlazaban con la realidad, que permitían llevar adelante proyectos de vida posibles, y que los reunían en un horizonte colectivo e imaginario. Por eso Barriletes fue y es ante todo una revista, la Barriletes, que funcionó y funciona como un medio de sustento. Bajo el lema Mendigar nunca más, la Barriletes se propuso como alternativa laboral, haciendo que más del 60% de su precio de tapa fuera directamente a manos del vendedor o vendedora que la ofrece. De esta manera, la ceremonia mínima de su venta ejerce -nos lo enseñaron con los años los propios vendedores- de forma de levantar la olla pero también la cabeza.
Decir "Yo soy Barriletes", "Yo soy barriletero" es nombrar una comunidad a la que volver a pertenecer. Y hoy, más de quince años después, seguimos siendo muchos los que nos nombramos bajo ese juego infantil, el de remontar barriletes. Hoy somos Barriletes los que operamos nuestra Radio Comunitaria, los niños y niñas de Villa Mabel y Paraná V que atraviesan nuestra biografía institucional, las docentes y bibliotecarias con que establecemos lazos cada vez más sólidos de trabajo conjunto y cooperación, los vendedores y vendedoras de la revista, quienes escribimos y leemos detrás de esos papeles, los talleristas. Y un etcétera lleno de rostros que tal vez ya podemos imaginar solos.
Ni sólo una Biblioteca ni sólo una Radio. El tiempo y las historias, personales y grupales, que lo atraviesan, supieron darle a Barriletes una compleja singularidad que portamos como marca. En esa trama es que el año pasado surgió Ediciones Barriletes. A propósito de la obtención de un financiamiento municipal, pudimos concretar la edición de tres materiales que circulaban de un modo u otro por nuestros haceres. Uno de ellos, el Barriletras, es una compilación sobre autores entrerrianos, movilizado por la fantasía de su divulgación. Y otros dos, Y las estrellas caminaban como nosotros y el Libro del jardín, surgen como parte de la poética de talleres vividos junto a niños y niñas en contextos que varían de libro a libro. Son las primeras producciones de la Serie Taller de nuestra editorial, que nos parecía no podía faltar en un proyecto de este tipo llevado adelante por Barriletes. Sobre ellos quisiera detenerme.

Y las estrellas caminaban como nosotros y el Libro del jardín surgen de recorridos marcadamente disimiles, pero comparten en su edición una misma pregunta. Al ser ambos libros compuestos por escrituras de talleristas y niños y niñas asistentes de los distintos espacios de Taller propuestos desde Barriletes, su proceso de edición se encuentra atravesado por una interrogación ya no acerca de cómo publicar textos escritos, firmados, por niños y niñas sino más bien por cómo mirarlos, cómo leerlos. Qué hacer con ellos.
Y las estrellas… fue escrito a lo largo de dos años en circunstancias que iban y venían dentro del trabajo territorial. Quiero decir: fue escrito entre las idas y vueltas que nosotros tuvimos con respecto a nuestro trabajo en dos barrios de Paraná (ya los nombré, el Paraná V y Villa Mabel). Sus escrituras cambian todo el tiempo. El poema que Nahir deja anotado en una libreta que luego es recogida dentro de este libro, con ilustración y todo, da cuenta de la poética implícita en este libro: "Árbol de savia. Hay viejos y viejas y árboles / cuando de repente aparecen hormigas" (31).
El poema no sólo dice del Taller en su tema –esa llegada de las hormigas se pone en serie con las metáforas que aprendimos para nombrar lo poético en nuestras vidas y la de nuestras comunidades- sino que también señala el Taller por lo no dicho. Sobre esto volvía Germán Prósperi, cuando al leer ese poema se preguntaba:

“¿Dónde radica la potencia de este aprendizaje? ¿Cómo es posible escribir un poema sin haber aprendido las reglas? ¿De dónde sale esa enumeración polisindética, ese surgimiento de lo inesperado, ese enfrentamiento desasosegante entre los hombres y los animales en ese mundo sin jóvenes, sólo poblado de viejos y viejas? La escena de enseñanza ausente repone en la brevedad del trazo un tiempo extenso, tiempo de trabajo, de plaza de septiembre, de vereda, de puro encuentro.” (Prósperi 2016:7)

Ariel, motivado por una consigna de Taller escribe en otro sitio y año éstas líneas que también se compilan en Y las estrellas…: "Estaba saltando yo tenía la línea y lo saqué estaba en el río y como era así de grande no lo podía sacar después lo matamos. Alcanzó para dos" (13)
Alcanzó para dos. Daniela Fumis respondió a este libro con un texto que se centra en el lugar que ocupa el comer en los textos de los gurises dentro de Y las estrellas. Dice ella: "(...) lo singular en Y las estrellas caminaban como nosotros es la forma en que se funda una poética del comer, de la acción de comer. Nada más claro para mostrar cómo se juega lo que se abandona. Como, suspendo el tiempo en ese acto, y cuando termino de comer, paso a otra cosa.”
La poética del comer no es lo único que se funda, porque también parece que el comer se vuelve motivo de comunidad:

"(...) en el texto comer es el modo más honesto de crear comunidad. Queda manifiesto desde el primer poema de Gabriel: las estrellas se comen entre ellas y no hay nada más evidente en su propia lógica que “después largarse”. Ése es el gesto de la infancia.

Por supuesto que no aludo aquí a la cuestión del comer como una metáfora de las condiciones alimenticias de los niños. Estoy hablando de otra alimentación." (2)

Alcanzó para dos. ¿De qué nos hablan las fantasías, las escrituras de nuestros niños y niñas? ¿Cuál es el qué de esas ficciones? ¿Les prestamos atención, es decir, las leemos o basta con decir qué lindo lo que escribió Ana, de siete? El gesto de Daniela nos sorprende y fascina porque finalmente lee el libro, ubicando la escritura infantil en un lugar que no suele ocupar. 
En nuestro país, esto tiene que ver con aquello que Maite Alvarado y Gloria Pampillo (1986) supieron enseñarnos acerca de los circuitos de la escritura infantil. Históricamente nacida en contexto escolar, aquella escritura quedaba recluida generalmente a un lector –más bien, una lectora- absoluta: la maestra. En la escuela, hacíamos como si escribiéramos una noticia, un informe, una crónica o un poema. Pero, en verdad, escribíamos nomás para que nos corrijan. La corrección falseaba una escritura que nunca se volvía noticia, ni crónica, ni poema y que quedaba como puro artificio del espacio escolar. La falta de destinatarios reales de esa escritura, cancelaba las posibilidades de lectura, es decir, la distancia de tiempos y espacios entre lo que se escribe y lo que se lee.
Al planificar la edición y publicación de las escrituras infantiles, apostamos a una hipótesis de trabajo opuesta a los mecanismos que nos distanciaban de la lectura de la letra infantil. Publicar esas escrituras como literatura es una hipótesis, pero también una fantasía de intervención (Gerbaudo 2011) que actuamos como equipo desde Ediciones Barriletes. Decidir publicar un libro con escrituras de niños y niñas supone fijarlos, anular la corrección y si acaso, colocar la edición en su lugar. Publicar Y las estrellas y el Libro del jardín implica la difícil tarea de recibirlos, así, tal como los chicos los dijeron para que un tallerista escriba, o como escribieron en un papel que queda luego en Barriletes.  La serie Taller entonces crea archivo de las escrituras infantiles desde una ética particular (Gerbaudo 2010) que las guarda, esperando recibir algo de ellas. Es, de nuevo, la imagen del encuentro. Solo que esta vez, ante la infancia[3].
A propósito de esto, escribe Tomás Montero, de once años, en el Libro del jardín. Allí el proyecto de libro fue constitutivo y anterior a la edición. Es decir, formó parte implícitamente de la poética de Taller dentro de un año de trabajo junto al 6to grado de una Escuela Primaria de Paraná, la Nº202 Gaspar Benavento. En ese libro, Tomás escribe alrededor de la palabra sueño:  

Soñar es la cosa más linda. Sería lindo vivir en tus sueños en los que te hace reír, llorar, jugar, divertirte e imaginarlo todo y vivirlo en ese momento. No estar ni adentro ni afuera. Es un espejismo lindo.
Estar en el taller te hace pensar e imaginarlo. Entender la palabra. 
A veces me imagino en otro lado o recordar y reírme solo por acordarme de eso.  Tomás Montero (22)

Entender la palabra. ¿Cómo recibir esa palabra, la de la infancia? ¿Cómo escuchar a la infancia? Probemos hasta dónde puede atravesarnos esa pregunta. A mí, ya no sólo como parte de Ediciones Barriletes. No. Me atraviesa como militante.
Graciela, la bibliotecaria de esa escuela, me cuenta que un nene dejó un papelito en el escritorio de su docente: "Mis papás se drogan". Llego a un pasillo del V, y veo a C. corriendo de un lado a otro entre adultos que esperan en las puntas de la esquina. Me dice que ahora no puede hablar. Parece estar cerrando una negociación para los demás. T. se larga a llorar leyendo Sucedió en Ganduxer, de Arnaldo Calveyra. Dice que porque le da miedo terminar la escuela. ¿Será eso nomás?
Tal  vez, si fuéramos más adultos escuchando a nuestros niños y niñas no sería tan complicado para Graciela y para mí saber qué hacer con ese papelito. Tal vez si contáramos siempre (porque a veces pasa y a veces no, y así vamos, librados a la buena de dios) con compañeros y directivos presentes. No sé. Quisiera que ustedes también se preocupen por ese papelito.


En 1984, Laura Devetach escribió un texto sobre el que nos haría bien volver: "Cuando los libros muerden a los chicos". En esa intervención, Devetach llama a la ausencia de propuestas editoriales y comerciales de literatura para niños desproducción. Se convierte así quizás en una de las primeras autoras del campo en dar cuenta de los efectos directos que habían tenido los diferentes mecanismos de censura establecidos sobre la literatura infantil durante la última Dictadura cívico-militar. Un régimen que, en el caso argentino, cortó, entre tantos otros procesos, un auge estético y de marcada modernización de nuestra literatura para niños que supo iniciarse en los ’60 y que se encontraba en aumento para marzo del ’76. Durante los '80 nuestra Literatura infantil tuvo una renovación que supo darle empuje pero eran demasiados los fantasmas que nos quedaban. Como dice Graciela Montes (1997), la literatura entró a la Escuela en los '80 pero fue separada asépticamente y domesticada[4].
En ese texto, Devetach retoma la famosa pregunta por el valor de los textos para chicos ("¿y ese cuento qué te deja?") invirtiéndola y descubriendo la desnudez adulta que supone: "¿Podemos desplazar la responsabilidad de padres o educadores y hacerla recaer sobre el libro?, ¿podemos convertirlo en sustituto de nuestros vínculos con los chicos?, ¿es válido depositar toda esta responsabilidad solamente en los libros?" (66).
Habría que buscar, dice Devetach desde los '80, nuevas formas de producción, selección y uso de los libros para chicos. Ponerlos en una lancha, por ejemplo, como felizmente sucede aquí en el Libros para viajar. "Para que no sea una utopía implementar la participación de los chicos en la misma producción, y para que algún día, realmente, los libros no muerdan a nadie" (69). Pero también habría que, al mismo tiempo, buscar otros modos de relación entre los chicos y nosotros. Esa responsabilidad que ya no puede ser dejada a los libros, y en la cual sí debemos tomar parte plenamente. En ese nuevo juego, los libros tal vez puedan ocupar un lugar, tal vez podamos ir a ellos para encontrar el modo de imaginar esas comunidades y sus nuevos acuerdos.
Nos podemos animar a decir que la desproducción de libros infantiles que denunciaba Devetach en la democracia reciente hoy ha cambiado, y nos encontramos con un impulso sostenido de la edición de libros infantiles de todo tipo. Aunque la crítica literaria aún demora en ejercer la lectura de la literatura infantil, y sigue teniendo sus reservas, y aunque aún nos gobiernen a veces la pedagogía y la moral al mirar un cuento para niños, la enorme potencia que la poesía y narrativa infantojuvenil tiene en nuestro país, es decir, todo lo que se escribe en nuestro país para niños desde los '80 hasta hoy nos indican que la literatura infantil va a ganar finalmente la partida.
Incluso podemos extender la hipótesis no solo de los libros para niños sino hacia los libros de niños. Cerquita de estas publicaciones entrerrianas de las que aquí hablo, en la vecina Santa Fe se editó el año pasado Había una vez un libro, producto de todo el movimiento que genera el proyecto Lectobus en distintos barrios de esa ciudad, bajo la coordinación de Alicia Barberis. Y todo el país quedó hilado también con la publicación de Pie firme sobre cálido cielo. El libro de los chicos y chicas de Poesía en la Escuela, rumiado en parte en este mismo delta, y con el cual aún nos quedan muchos talleres por hacer. A muchos gurises les estamos acercando palabras para escribir, y parece que por suerte al fin hay muchos adultos guardando esas escrituras.

Sin embargo, ¿va a poder cambiar nuestra relación con la infancia este movimiento? Además de editarla y publicarla, ¿vamos a leer la infancia? En momentos en que triste y vergonzosamente, nuestro país revive un debate sobre la edad de punibilidad de nuestros niños y jóvenes, es urgente que podamos responder a esa pregunta. Con una Ley Nacional de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes que cada vez cumple más años (la fiestita sería de doce en este que entra), y en cuyo nombre seguimos armando paneles y protocolos, pero sin obtener una gota del presupuesto, la formación, la decisión y la voluntad política que ameritan su plena ejecución, nuestro país se debe aún otro tipo de debates sobre la infancia[5].
Ojalá estos libros contribuyan a abrir polémicas sobre la infancia. No dudo en que todos quienes estamos aquí sostenemos diversos compromisos con la infancia, solo digo que quizás el actual contexto requiere que nos hagamos escuchar de otros modos. Un camino en el cual importa mucho estar juntos. En el espacio que sea: será la Red Federal de Poesía, será Poesía en la Escuela, será Las Hortensias, será. Pero estemos juntos.
Por último, ¿alcanza con el desfasaje de la crítica literaria argentina, con la ausencia de teoría o con la desproducción sistemática para explicar esta resistencia a leer la infancia? ¿No será que hay algo más con  leer la infancia? Tal vez sí, y puede que se trate de que al leer la infancia, cuando lo hacemos de veras, ya no hay vuelta atrás. Cuando nos animamos a mirar ahí y nos sentamos a leer, a leer de verdad, no de mentiritas, uno ya no se puede volver a hacer el tonto.
A partir de acá tenemos que elegir caminos, como en el poema de Zoe en el Libro del jardín:


Caminos
Cuando pienso en un camino pienso en un libro. Me pregunto ¿son todos los caminos iguales? ¿Por qué algunos son cortos y otros largos?
¿Por qué algunos son más grandes y otros chicos?
¿Por qué no son iguales todos los caminos?
A veces cuando quiero ir a un lugar por un camino corto un camino largo está presente. Quiero cortar camino pero no puedo. A veces tengo que ir en auto, otras caminando.

Esto es lo que le digo a mi camino. Zoe Bravo (25)

¿Qué vamos a hacer con estas escrituras? ¿Ustedes dónde las va a poner? ¿Vamos a elegir el difícil trabajo de la lectura? ¿Vamos a elegir el silencio de algunas bibliotecas o el bullicio de otras, de unas hamacas en Villa Mabel que van y vienen en medio de un sol que nunca nos entibió tanto?
Más temprano, Germán nos hacía pensar en la escena de enseñanza ausente que está detrás de los niños que escriben. Eso, ¿se lee en un libro de niños? ¿Hay sitio, fuera de los primeros años de Escuela, para observar un abecedario? Una vez que aprendimos el rudimento de unir letras para formar palabras, ¿para qué sirve un abecedario? ¿Qué objeto tiene detenernos, de nuevo, en él? La repetición, el ritornello, que significaría volver a posar la mirada en el abecedario, lleva a su límite la escena de enseñanza y nos descubre solos –ya no hay Maestra alguna a la que pedir permiso, y debemos, fuera de ley, profanarlo solos- pretendiendo aprender algo más desde él.

En diciembre pasado, Candela Caudana, quien se encargó de diseñar estos libros, me envió una tipografía que creó en el marco de una Maestría Universitaria. Como Germán y Daniela, Candela supo hacerse también de su camino desde la Universidad a Barriletes. Y todo parece indicar que en los años que vengan podemos aún ser más quienes nos hagamos de esos caminos. Para ir, para volver. Al mirar esa tipografía, me di cuenta que tal vez Candela fue quien mejor ha leído estos libros. Dibujar de nuevo las letras del abecedario, una a una. Creer que para dar lugar a la infancia, en este asunto de nacimientos y esperas, es necesario crear nuevos espacios, nuevas letras, nuevos cuerpos, nuevos libros. ¿Habrá sido así? ¿Le habré pedido a papá un abecedario? ¿Para qué quisiéramos llevarnos un abecedario a casa? Leer la infancia es juntar las letras, tratar de ordenarlas de nuevo. A veces tocarlas. Miro las letras que dibujó Cande y me quedo con una última hipótesis. Me gusta pensar que, al final, ella sí supo cómo llevarse un abecedario a casa y quedárselo.  

















Referencias

Alvarado, Maite y Pampillo, Gloria (1986) “La escritura en la institución escolar” en Alvarado, Maite (2013) Escritura e invención en la escuela. Selección de Yaki Setton. Buenos Aires: FCE.  81-104.

Asociación Civil Barriletes (2016) Y las estrellas caminaban como nosotros. Paraná: Ediciones Barriletes.

Asociación Civil Barriletes y Escuela Nº202 Gaspar Benavento (2016) Libro del jardín. Paraná: Ediciones Barriletes.

Díaz Rönner, María Adelia (2011) La aldea literaria de los niños. Selección a cargo de Gustavo Bombini. Córdoba: Comunicarte.

Derrida, Jacques y Élisabeht Roudinesco (2001). Y mañana qué… México: Fondo de Cultura Económica, 2003. Traducción de Víctor Goldstein.

Devetach, Laura (1984) “Cuando los libros muerden a los chicos” en (1990) Oficio de palabrera. 2da edición. Córdoba: Comunicarte, 2012. 64-69.

Fumis, Daniela (2016) “Bocados de infancias, porciones de afectos, en los tiempos de la lectura barriletera.” Panel – Sobre los bordes de la infancia y la escritura. VII Festival Nacional de Poesía en la Escuela. Paraná. (Mimeo)

Gerbaudo, Analía (2010) “Archivos de tela, celuloide y papel. Insistencias del arte y de una teoría en (des)construcción” Telar. Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos. Volumen 1. San Miguel de Tucumán. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Tucumán. 31-50.
---. (2011) “El docente como autor del curriculum: una reinstalación política y teórica necesaria” en Analía Gerbaudo, Comp. (2011) La lengua y la literatura en la Escuela Secundaria. Santa Fe / Rosario. Ediciones UNL – Homo Sapiens. 17-27.
---. (2012) “Sobre la dicha de tener polémicas” Estudios de Teoría Literaria. Revista digital. Año 1. Número 2. Facultad de Humanidades. UNMDP. 83-98

Jones, Kevin (2016a) “Aguardar la infancia” en Asociación Civil Barriletes (2016) Y las estrellas caminaban como nosotros. Paraná: Ediciones Barriletes. 57-63.
---. (2016b) “Talleristas que escriben para volver” en Analía Gerbaudo e Ivana Tosti, editoras (2017) Nano-intervenciones con la literatura y otras formas del arte. E-book. Santa Fe: Ediciones UNL. 152-163

Montes, Graciela (1997) “Ilusiones en conflicto” en (1999) La frontera indómita: en torno a la construcción y defensa del espacio poético. México: FCE.

Panesi, Jorge (2003). “Polémicas ocultas”. Boletín 11, 7–18.

Prósperi, Germán (2016) Sin título. Panel – Sobre los bordes de la infancia y la escritura. VII Festival Nacional de Poesía en la Escuela. Paraná. (Mimeo)




[1] Escribí este texto interrumpido por diferentes recuerdos. Por el del comienzo, que se impuso a cualquier otro plan de escritura. Pero también el de algunos lectores de estos libros (Daniela, Germán, Candela), y algunos debates que se repiten a nivel país alrededor del lugar de la infancia en una comunidad. Ojalá pueda, además de aportar a la necesaria reflexividad de nuestras acciones y su problematización, apostar desde la escritura a las polémicas que estos temas nos merecen (Panesi 2003, Gerbaudo 2012).
[2] El Panel “Sobre los bordes de la infancia y la escritura”, que contó con la presencia del Dr. Germán Prósperi (UNL / UNR) y la Prof. Daniela Fumis (UNL) fue realizado el 30 de septiembre de 2016 dentro de la Biblioteca Comunitaria Esos otros mundos de la Asociación Civil Barriletes, en el marco del VII Festival Nacional de Poesía en la Escuela que por esas fechas recorría nuestro país. Las intervenciones críticas de esa tarde fueron guardadas y publicadas en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=pAPjxmg96FA&t=2554s
[3] En Y las estrellas caminaban como nosotros dejé escrita una hipótesis posible para recorrer ese libro que sigue esa línea, y que se constituye en una política de infancia: aquella que la aguarda (2016a). 
[4] Estos aspectos, y los que siguen, han sido recorridos con audacia por la escritura de Díaz Rönner a través de los años (2011).
[5] Para una referencia más extensa a los posicionamientos de Barriletes alrededor del trabajo con la infancia, me permito enviar al texto “Talleristas que escriben para volver” (2016b).

No hay comentarios:

Publicar un comentario