El jardín queda en tu imaginación...
Presentación del Libro del jardín en el II Festival de Verano “Las Hortensias”
(Biblioteca Popular
Genoveva)
Lautaro y el tren |
por Lautaro Maidana
He escrito un puñado de palabras mientras esperaba este Festival para contarles algunas
cosas sobre el Libro del jardín, la tercera publicación hasta el momento del proyecto Ediciones
Barriletes que les vamos a presentar ahora. Este libro tiene una escena inaugural. Es, sin embargo,
una escena que me falta. No estoy en esa aula de la Escuela Primaria N.º 202 “Gaspar Benavento”
de mi ciudad, pero mis compañeros me han contado varias veces que fue una mañana luminosa.
Sofía, Milena y Kevin, talleristas de la Biblioteca “Esos otros mundos”, han preparado un
taller para niños y niñas de un quinto grado de esa escuela paranaense que estábamos conociendo
en 2014. Inquietos por el desafío de María Adelia Díaz Rönner (2011) a acarrear nuevos textos a la
infancia, y así marcarle otros límites a la literatura infantil, estos tres talleristas les leen a un grupo
de niños y niñas de alrededor de 10 años un fragmento de la novela La cama de Aurelia del poeta
Arnaldo Calveyra. ¿Cómo llegaron a esa situación? ¿Cómo generaron las disponibilidades
necesarias para que esos niños entren en poesía (Devetach, 2008), es decir, para que puedan estar
de otro modo en el tiempo y en el espacio de esa aula cuando escuchan a otros leer literatura?
Aunque estos son los datos que me faltan, he visto, he leído y he tocado varias veces lo que surgió
después de esa lectura. En la novela, Aurelia Campodonico fue llamada por su madrina a mirar un
jardín. En el taller, un grupo de niños dibujó y escribió ese mismo jardín con trozos de imaginación
provenientes no solo de esa lectura reciente, sino de todo un camino lector y cultural previo.
Hoy, esos papeles que quedaron del taller conforman el pliego desplegable y a colores que
acompaña el Libro del jardín. En ese entonces, esos mismos papeles nos entusiasmaron a
planificar junto a Graciela Genre Bert, la bibliotecaria de la escuela, seis meses de trabajo para el
año siguiente, 2015, en que ese grupo cursaría el sexto grado de la escuela primaria. Pero,
además, esas escrituras y dibujos infantiles vinieron a legitimar, para nosotros, una serie de
hipótesis de lectura que nos permitía leer en los textos de ciertos escritores del Litoral una poética
particular, la del jardín.
“Apuntes para un Jardín” fue el nombre del grupo de lectura que a comienzos del 2015
acompañó ese proceso de planificación de los talleres, en el cual los talleristas leímos, discutimos y
compartimos a los poetas que llevaríamos luego a la escuela. Poemarios de Diana Bellessi, Arnaldo
Calveyra, Beatriz Vallejos y Reynaldo Ros fueron los alimentos literarios para pensar cómo llevar
adelante un taller de poesía mensual junto a un grupo particular de estudiantes primarios y con el
objetivo de inventar un libro durante todo ese proceso.
Después, otras fantasías alimentarían nuestro proyecto de trabajo. Si en una mañana de
taller habíamos dibujado todo un jardín de flores, ¿podríamos llegar a escribir un libro entero
sobre ello, un libro sobre el jardín? ¿Qué caminos era necesario, entonces, tomar? Más aún, si ese
camino se recorrería en una escuela, ¿escribir un jardín no supondría un proceso de enseñanza y
de aprendizaje? Comprometidos en hacer que un taller de mediación de lectura tenga impactos en
cómo se piensa la enseñanza de literatura en nuestras escuelas, el proyecto de trabajo que devino
en este libro supuso la hipótesis de que para leer y escribir poesía es necesario establecer un
vínculo pedagógico entre personas y textos, el cual posibilitara la emergencia de esos
aprendizajes, luego de un trabajo perseverante en el tiempo.
Por eso, este libro proviene también de esas y otras demoras perseverantes en el tiempo.
Demoras junto a compañeros de militancia en Barriletes, la Organización Social de la que
formamos parte, en la redacción de un proyecto de financiamiento del Estado municipal para que
este objeto fuera posible materialmente. Demoras junto a Graciela y otros tantos trabajadores de
la educación sin cuyos andares constantes y guías nuestra visión sobre lo que aún podemos hacer
en la escuela sería acotada. Demoras junto a amigos talleristas en preparar talleres y luego
escuchar los ruidos del hacer que ahí se producen. Demoras junto a niños y niñas en el silencio
envolvente de un poema para aprender a leer y escribir poesía.
Algo de todo esto tiene que ver con el esperar a los otros, para encontrarnos y luego
guardar esos encuentros, según les conversará Kevin en un ratito.
En 1986, Laura Devetach, sorprendida por las preguntas que alrededor del amor, la muerte
y la escritura muchos chicos le hacían cuando ella los visitaba en sus escuelas, se lamentaba de
cuán desamparados estaban los chicos para hablar y ser escuchados sobre ciertos temas (habría
que ver si hoy lo siguen estando). Nos animó, entonces, a los más grandes, a los responsables
individual y colectivamente por los más chicos (Montes, 1998), a volvernos más “maestras
compañeras” con esta pregunta: “Si estamos preparando a los chicos para que se expresen:
¿estamos preparados nosotros para escucharlos? (1991:100). Me gustaría que en esta
presentación, en la que seguro me estoy olvidando de contarles otras cosas importantes, nos
detengamos a escuchar también qué dicen los niños poetas.
Martín, en un taller en que le escribimos cartas a ciertas palabras, se hace preguntas que
fundarían el arte poética de cualquier escritor que las lea y que de ahora en más quiera escribir
algo sobre el paisaje.
PAISAJE:
¿Por qué todos te admiran?
¿Por qué te sacan fotos?
¿Por qué te adornan con flores y
plantitas?
¿Serás único, no lo sé, serás fantástico?
Cada vez que te visito me sorprendes, en
cada lugar que voy te veo, serás infinito. (2016, 46)
Por su parte, Gabriel, dentro de un abismo extraño, puede conjugar la lengua escolar y la
silvestre para conocer mejor el mundo de palabras que el taller le ha puesto a disposición. Él le
pregunta al ¿POR QUÉ? (2016, 30):
¿Por qué en todas las palabras te usan?
¿Por qué te llamas por qué?
¿Por qué no te gustan los humanos?
¿Te gusta el petróleo?
¿Te gustaría conocerlo?
¿Por qué el Pablo no vino a la escuela?
¿Eres raza indígena, mulato, etc.?
¿Eres fantasma?
¿Te gusta que te usen?
¿Cómo te sientes?
¿Le vas a hacer una denuncia a
Sarmiento?
¿Qué sexo sos?
¿Tenés amigos o amigas?
¿Me amas a cuanto más con las mismas ganas? ♫
Me pregunto: ¿por qué nos importa escuchar, leer, lo que tienen para decir los niños? ¿Por
qué es importante hospedar la infancia, hacerles un lugar de protección integral en nuestro
mundo de grandes? En relación con esto, ¿qué puede un taller de poesía mensual en la escuela,
organizado por cuerpos comprometidos de adentro y de afuera de esa institución escolar? Acudo
a las palabras de mis compañeros Hernán y Gabriela, del taller que tenemos en otra escuela de
Paraná, y encuentro en ellas algunas pistas para continuar. Dicen ellos:
En medio de una coyuntura en la que el Estado vuelve a ponerse el lente tecnocrático para
leer en clave de estrategia los problemas educativos es necesario volver a señalar [junto a
Flavia Terigi] que “la enseñanza es el problema que las políticas públicas deben plantearse
desde el principio y resolver en el nivel máximo del planeamiento”.
Elegimos entonces volver a la -siempre incómoda- pregunta por el lugar de la literatura en
la escuela desde esta perspectiva: ¿sobre qué políticas públicas se sostienen esas escenas
de intimidad en las que unx niñx se encuentra ante un poema susurrado o leyendo en
silencio debajo de una mesa? ¿Qué escenas posibilitan las políticas públicas y sociales en las
escuelas? (Baralle e Hirschfeld, 2016:24-25)
Estas cuestiones tienen sentido en nuestro trabajo como talleristas de una biblioteca
comunitaria y militantes de una organización social en cuanto hay dos insistencias que, siento,
nunca son del todo atendidas por quienes queremos que lo hagan. Por un lado, una insistencia del
orden didáctico, de políticas educativas. Para que la poesía tenga un lugar estable, planificado y
cotidiano dentro de la escuela, ¿estaremos dispuestos a seguir reclamando políticas públicas y
sociales para que este trabajo artesanal sea válido y posible en otras escuelas del país, de todo el
país, toda una provincia, o toda una ciudad? En este sentido, y por otro lado, una insistencia del
orden de los acuerdos mayores. ¿Cuándo vamos a lograr, como comunidad, como sociedad,
adscribir a la Ley de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes? Quiero decir, ¿cuándo
vamos a acordar finalmente que es ese el punto de partida para que los grandes nos hagamos
responsables por esos sujetos de derechos que incluso los niños son?
Por eso es que también celebro la intervención de este II Festival de Verano, puesto que en
el camino de reforzar el cañamazo de las tramas de nuestras comunidades podemos responder
esas respuestas mirando y estando cerca del trabajo de la Biblioteca Popular Genoveva. No quería
desaprovechar esta ocasión para también agradecer por la hospitalidad y la posibilidad de conocer
este lugar, esta hidro-geo-grafía y sus construcciones que tan bien demuestran que el compromiso
y la amorosidad con que trabajan juntos los cuerpos son una apuesta por el futuro, por los que
vendrán en ese tiempo.
Por último, algunas cuestiones personales que también quiero compartirles. Por una parte,
una confesión. Mientras preparábamos este viaje, les comentaba a Kevin y a Hernán que esta no
solo sería la primera vez que habitaría por unos días una isla, sino que principalmente estaba muy
entusiasmado porque sería la primera vez que viajaría en un tren. Del lado de mi mamá, provengo
de una familia de obreros del ferrocarril. Incluso vivo en el Barrio Ferroviario de Paraná. Pero
jamás había andado en tren antes. Siempre había sido parte de relatos familiares, de parientes
que iban y venían de Paraná hacia lugares que todavía no conozco en Entre Ríos. Cuentos de
vacaciones en trenes en los que yo nunca me había trasladado. Por eso también quería agradecer
a este Festival, por lo inesperado que un encuentro puede provocar en las personas.
Y por otra parte, un recuerdo. Cuando estaba en cuarto grado, la seño Marta nos hacía
escribir composiciones, pequeñas narraciones que presentábamos muy formalmente en hoja
aparte. Yo me esforzaba por tener un “vocabulario variado” según nos había enseñado la seño, lo
que era más o menos tratar de no repetir siempre las mismas palabras, usar sinónimos, adjetivos
por doquier, y demás. Recuerdo el tema de dos composiciones: una era relatar la historia de
Pinocho de acuerdo a la película de Disney que nos habían hecho ver previamente, y que yo
reconstruí como quise o como pude, porque había faltado a la escuela el día que pasaron esa
película. La otra composición era inventarle otra leyenda a la de los delfines que contaban los
tehuelches. Esta me había gustado más. Era sobre unos pececitos que, muertos, habían sido
tirados al inodoro y luego resucitados en los conductos cloacales para llegar al mar transformados
en delfines.
Esas hojas ya no existen más. Nadie las guardó para volver a leerlas, tocarlas, o preguntar
qué pasaba que escribía esas cosas. En las antípodas de este hecho, el Libro del jardín se
constituirá como archivo en tanto haya otros que reciban sus palabras, que las lean como fueron
pensadas y publicadas, como literatura. ¿Acaso escribir y publicar no es lanzar palabras para que
destinatarios desconocidos se arriesguen a hacer cosas con ellas? Algo de todo esto ya sabía
Martín al dejarnos este secreto con la confianza sin reparos que solo un niño puede dar, y que
nosotros tenemos el deber de cobijar.
Hay un secreto que ustedes no deben decirle a nadie! El jardín sólo abre las puertas una vez
al año y ese día es hoy así que aprovechá y andá. (…)
El jardín queda en tu imaginación si podés ir hoy me vas a ver jugando con las hormigas
contra las mariquitas.
Fin
(2016, 31)
Lautaro Maidana
lautaro.maidana8@gmail.com
02/02/17
Envíos
Asociación Civil Barriletes y Escuela N.º 202 “Gaspar Benavento” (2016). Libro del jardín. Paraná:
Ediciones Barriletes.
Baralle, Gabriela e Hirschfeld, Hernán (2016). “El lugar de la poesía en la escuela: entre los
espacios íntimos y las políticas públicas”, en Revista Barriletes (N.º 183, diciembre 2016, pp. 23-
25). Paraná.
Díaz Rönner, María Adelia (2011). La aldea literaria de los niños. Córdoba: Comunicarte.
Devetach, Laura (1991). “Los chicos del destape”, en Oficio de palabrera. Literatura para chicos y
vida cotidiana. Córdoba: Comunicarte, 2012.
–-------------------- (2008). La construcción del camino lector. Córdoba: Comunicarte.
Montes, Graciela (1998). “La infancia y los responsables”, en El corral de la infancia. México: FCE,
2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario