Leyenda Colombiana
Versión de Hanna Cuenca
Versión de Hanna Cuenca
ilustrado por Pablo Cabrera |
Cuentan que hace muchísimo tiempo junto al Orinoco, un inmenso río que queda entre Colombia y Venezuela, había una aldea. El cacique de la aldea estaba muy preocupado porque su hija era gordita, pensaba que ningún hombre querría casarse con ella y darle hijos.
Cierto día, por el inmenso espejo de agua llegó una canoa con un kuriara, un indígena alto y acuerpado. Y quiso el destino que se encontraran. Al verlo ella sintió que se le caía el cántaro con el que iba hasta el rio a recoger agua; él sin dejar de admirar sus ojos, su sonrisa bien alimentada, su barriga, sus piernas y brazos redondos, se lo alcanzó de manera delicada. Tuvo la certeza que esa era la mujer su vida y sin dudarlo, se ofreció a acompañarla.
Cuando ella contempló sus ojos, su piel morena y sintió la ternura con que le hablaba se enamoró perdidamente. Durante los ocho días siguientes se encontraron a la orilla del río y después de un tiempo, él habló con el cacique para pedir la mano de la joven.
El cacique accedió feliz y organizó un festón que duro más de tres días con sus noches. Fueron a vivir a un bohío, una choza redonda tejida en palma.
El novio recogió leñas aromáticas de los bosques cercanos y armó un fogón en el centro del bohío, a cada lado colgó una hamaca. Después de la gran fiesta, un humo perfumado llenó la aldea con olores de amor.
A la mañana siguiente los recién casados salieron a pasear. Apenas los vieron todos quedaron sorprendidos. Murmuraban que algo extraño pasaba, algo mágico. Ella ahora estaba flaca, sus músculos se le pegaban a los huesos y la barriga había desaparecido. Su marido en cambio amaneció gordo, pesado y barrigón. Durante el transcurso del día, la mujer recuperó su peso, le crecieron gorditos los brazos, gorditas las piernas, los deditos de los pies se volvieron rellenitos y al contrario, él fue quedando otra vez flaco flaco… y así día tras día, todos los días.
El quinto día, el Chamán, conocedor de todos los misterios decidió, mientras la pareja no estaba en el bohío, cavar un huequito y espiarlos.
Esa misma noche vio algo de lo más extraño: El marido prendió el fuego. Cada uno se acostó en su hamaca, al principio iniciaron un balanceo suave y luego se encontraron en un abrazo de amor. Luego vio cómo las hamacas se separaban y cómo ella quedaba profundamente dormida y feliz. Después pudo ver cómo él se levantaba con el alma perdida, cómo caminó hasta la hamaca de ella y allí sufrió una transformación; le nacieron unas patas de insecto peludas y fragmentadas, de su espalda emergieron unas alas trasparentes, sus ojos brotaron y se multiplicaron mil veces; su boca se estiró hasta convertirse en un enorme punzón. Un aguijón que clavó en el corazón de su esposa para chupar su sangre. El misterio se había develado, así era como ella, a medida que él la engullía, se volvía flaquita y él engordaba.
El chaman le relató todo al Cacique, atemorizado porque su hija dormía con un monstruo, organizó un plan con sus guerreros. A la noche siguiente, esperaron a que ella se durmiera y antes que el monstruo le clavara el punzón, entraron con sus armas y lo hicieron pedazos. Al escuchar los ruidos ella despertó y con angustia preguntó por su amado, su padre incapaz de contarle la verdad se retiró y la dejaron sola. Ella sin consuelo se tiró al piso y recogió cada uno de los pedacitos para echarlos en aquel fuego de amor. A la mañana siguiente, recogió despacio las cenizas y las colocó en una totumita. Con el alma destrozada fue al río.
Cuentan los que cuentan, que entró al río y cuando las cenizas tocaron el viento comenzaron a emitir un zumbido, de ellas nacieron cientos de bichitos, tenían ojos grandes y alas trasparentes, tenían patas de insectos y un punzón largo. También dicen que a medida que las cenizas se esparcían por el Orinoco y sus alrededores, ella suave y delicadamente se fue desintegrando. Lo último que vieron fue una mano sosteniendo la totuma y la otra que lanzaba el último puñado de cenizas.
en Latinoamérica en voz, cuentos y leyendas, Buenos Aires : Abran cancha, 2012.
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